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carlosmartinez

editorial/los juegos del hambre

   Bienvenidos a mi blog de críticas de cine. Siento decir que en las próximas semanas la cantidad de películas que comento en este blog se va a ver reducida bastante. No, tranquilos, ni me he ido de cacería a Bostuana ni creo que me vayan a nacionalizar el blog, solo es que voy a tener menos tiempo para ver estrenos por diferentes causas y que voy a hacer un viaje. Salvo la semana del viaje, no faltaré a la cita con vosotros, pero habrá algunos días que habrá poco que comentar.

   Quedaban por comentar las noticias de los últimos días. En cuanto a lo del Rey y Froilán, no sé qué añadir a todo el cachondeo que ha habido estos días en diferentes medios, es insuperable (el mejor quizás, que Llamazares va a acabar entregando la Copa del Rey por falta de personal en la Casa Real). Desde luego, irse a cazar elefantes con la que está cayendo es una metedura de pata del tamaño de un proboscídeo.

   Sí que tiene más tela que cortar lo de Repsol y Argentina. Creo que he dicho en más de una ocasión que no todo es blanco y negro y hay diferentes matices. Pues bien en este caso, en vez de posicionarme a favor de una de las partes, estoy en contra de las dos, me parecen las dos peores versiones del capitalismo más salvaje. Conviene recordar los orígenes de la entrada de Repsol en YPF, gracias a un gobernante corrupto llamado Carlos Menem (quien no recuerde cómo se fueron un montón de empresas argentinas a manos ajenas, que revise el filme La historia oficial, aunque es anterior a Menem, allí se ve muy bien), que vendió buena parte del patrimonio empresarial argentino, cuyas consecuencias llevaron entre otras cosas al corralito. Eso sí, una vez hecho el daño, hay maneras de arreglarlo, y la que se ha buscado la señora Fernández de Kirschner es la más bestia de todas (por cierto, la "populista" presidenta es del mismo partido que Menem, y no es precisamente un partido de izquierdas, aunque sea muy hábil en posicionarse con Chávez es la derecha argentina peronista de toda la vida). Sigo pensando que las empresas energéticas, los bancos y los transportes deben estar en manos del país en que se trabaja (conviene recordar cómo las han gastado las multinacionales en el Chile de Allende, el Irán anterior al Sha o en muchos países de África para mantener el control de las materias primas), pero lo de Fernández es pura y llanamente un golpe de estado energético, si quería volver a coger el control, se podía negociar de otra manera.

   Pasemos a los filmes vistos estos días, y empecemos con el interesante en algunos momentos, pero en mi opinión fallido Los juegos del hambre, en mi opinión equivocada versión de la novela homónima.

   Para empezar, no me voy a molestar en tacharlo de filme adolescente (si un filme está bien hecho, me da lo mismo si está destinado a adolescentes, amas de casa, militares o viejos verdes, por decir lo primero que se me viene a la cabeza) ni en compararlo como se ha hecho con la muy cafre Battle royale (que no pasaba en mi opinión de ser una cabestra y muy pasada de roscas parodia de Humor amarillo, no le ví en ningún momento las intenciones críticas que dicen algunos, por otro lado el filme u obra actuales que no tenga similitudes con algo anterior, que tire la primera piedra, es imposible con el bagaje cultural que todos tenemos). La novela de Susanne Collins iba por otros derroteros, ofrecía una interesante distopía contada en primera persona por una víctima de una sociedad fascista, grotesca y obsesionada por la violencia, el culto al cuerpo y el sometimiento del enemigo. No era tan importante en ella el reality show, era más bien el macguffin o excusa para arrancar la trama, tanto que al ser contada en primera persona no se sabía nada de los acontecimientos ajenos a la protagonista durante el juego.

   Ahí radica en mi opinión uno de los problemas del filme. Opta por olvidarse de la narración en primera persona del relato (también es cierto que una voz en off es difícil de tratar en cine) y en darle más importancia al show televisivo de la que tenía en la novela. El resultado es una demasiado larga preparación de los juegos (a la primera hora de película le sobran unos cuantos minutos), una excesiva presencia de personajes secundarios como Wes Bentley (por cierto, solo se le nombraba en la segunda novela, en la primera no aparecía como tal) y una excesiva prisa en lo que son los juegos en sí; donde en en la novela hay sensación de frío, hambre y miedo en los supuestos momentos de calma, en el filme hay solo rapidez para que los tributos caigan (será cosa del espectáculo), tributos mucho más desdibujados que en la novela. Por momentos, también encuentro falta de presupuesto, los efectos especiales cantan, especialmente los risibles trajes de fuego, el incendio en el bosque y los perros mutantes, y los decorados son bastante mejorables (qué cutre es esa cornucopia...). Quedan grandes aciertos eso sí en la visión de la sociedad grotesca y obsesionada con el cuerpo que es el Capitolio de Panem (gran acierto el sacarlos llenos de maquillaje, pelucones y botox), y en las estupendas interpretaciones de Jennifer Lawrence y Donald Sutherland. Quizás el problema es que el director, el bastante blandito Gary Ross, no era el adecuado, quizás habría sido mejor el director de segunda unidad Steven Soderbergh, algo perfectamente arregable para la segunda entrega dado el éxito de la primera. No es un filme malo, pero podría haber dado mucho más de sí, la novela era mucho mejor, y en este caso no es un tópico.

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