La vida de Adele
Un crítico se cubrió las espaldas este viernes sobre el tema de si La vida de Adèle era una obra maestra tras las alabanzas y la Palma de Oro recibidas en Cannes, diciendo que para dilucidar si un filme es una obra maestra se necesita tiempo para valorarlo en su justa medida. Yo no he necesitado ese tiempo, para mí el filme es una excelente película, pero no es una obra maestra, en mi opinión para ello requiere ser perfecto, y el filme no lo es, tiene unas lagunas y unos fallos de guión y dirección ocultados por dos maravillosas actrices en estado de gracia.
No es cuestión de la polémica que ha surgido de si se puede considerar pornográfico o no o si se ha maltratado psíquicamente a las dos actrices para conseguir una buena interpretación como alguno ha dicho, en lo primero no me considero precisamente un puritano para rechazar una escena de sexo y lo segundo no hay quien lo demuestre. Pero si a mí no me molesta para nada una escena de siete u ocho minutos de sexo lésbico explícito (el más explícito que haya visto en una sala de cine fuera del cine porno), sí me molesta una escena de una fiesta (sin sexo) gratuitamente alargada y tremendamente soporífera y que me parece el perfecto ejemplo de lo que no me gusta del filme, por cierto pésimamente rematado en un final que deja mucho que desear.
Porque el filme funciona a las mil maravillas cuando se centra en la historia de amor de las dos actrices, en sus miradas (el flechazo en plena calle es maravilloso), en sus carnes y en sus voces, es un auténtico prodigio. Y si Lea Seydoux, la que se lleva la palma es una desconocida para mí Adèle Exarchapoulos, el personaje principal de la película y que logra una interpretación memorable, la mejor que he visto en una pantalla de cine en mucho tiempo. Si por ellas fuera sí consideraría el filme una obra maestra.
El problema es el resto del filme, al que le sobran ínfulas, pretensiones y minutos, y que falla estrepitosamente en cuándo es adecuado acabarlo. Primero, tarda en arrancar, yo creo que lo que sucede antes de surgir la pasión amorosa se puede contar en menos minutos (yo conté más de una hora), le da demasiada importancia a unos personajes secundarios que finalmente no la tienen. He comentado la escena de la fiesta, clave en el desarrollo del filme, pero donde al director le pierde el principal defecto del filme: se pierde en escenas que no conducen a ningún lado (¿hace falta realmente mostrar tanto el colegio donde trabaja como maestra la protagonista?; yo creo que no), en diálogos chorras y con pretensión de cultos sobre entre otros Sartre, Tiresias, Bob Marley y hasta cómo escribir la palabra cebolla, que ocupan minutos que se podían haber ahorrado y que no conducen a ninguna parte, y que culminan de mala manera con una equivocación gordísima. Hay una escena maravillosa (la mejor del filme para mí) entre las dos actrices en un bar cuando el filme está acabando; tras ella, está todo dicho, no hay nada más que añadir, si hubiese terminado con el rostro de Exarchopoulos hubiese sido un final perfecto. Pues no, le añade una escena del todo innecesaria en el colegio y una escena completamente repetitiva en una sala de exposiciones que no añade nada nuevo a lo ya visto, a mí no me gusta nada este final, me parece soso y carente de fuerza.
Por todo lo dicho, yo no puedo considerar este filme una obra maestra, no sé si merecía la Palma de Oro o no, puesto que yo recuerde no he visto todavía ninguno de los otros filmes que fueron a concurso, pero no puedo ponerlo al nivel de otras obras maestras que han narrado la pasión amorosa y las relaciones de pareja del calibre de Vértigo, Te querré siempre, Gertrud, Jennie, Dos en la carretera, El último tango en París o Los puentes de Madison, y dentro del amor homosexual prefiero El hombre herido, La ley del deseo o la injustamente olvidada Lianna. La vida de Adéle me parece excelente por sus dos actrices, pero no puedo con el resto del filme, me parece claramente sobrevalorado y muy cargante por momentos.
4 comentarios
G. -
Isa -
Julia -
Lesbiana indignada -
Evidentemente estoy de acuerdo con mostrar escenas sexuales en las películas que traten sobre historias de amor y/o pasión, pero de verdad, llegar al punto de la escena de las tijeras, además de incomodar, irrita, y mucho, porque más bien parece el sueño de un pajillero que una escena justificable para la evolución de los personajes. Lo siento, es lo que siento y tengo que expresarlo así, me violentó mucho porque me sacó completamente del resto de la película. Por eso, todas las demás razones que me den: que si son escenas necesarias, bellas, poéticas, etc., me parecen cuentos chinos que no ven más allá: puro reclamo morboso para despertar polémica y atraer audiencia.
Conste que no estoy hablando en ningún momento de ocultar, enmascarar ni obviar las escenas de sexo, pero sí de no darles un tratamiento tan descaradamente pornográfico que, sigo pensando, obedecen a una clara intención de suscitar morbo y llenar las salas.
La prueba es la siguiente: en la peli Adele también se acuesta con un chico, y esa experiencia sexual también influye en su evolución y búsqueda de identidad. Bien, ¿entonces por qué en esta ocasión no hay escenas explícitas? Los que defendéis que las escenas de sexo lésbico están justificadas para entender al personaje, por favor respondedme por qué se obvian (o no se hacen tan evidentes) las escenas de sexo hetero.
Julie Maroh, la creadora de la novela gráfica "El azul es un color cálido" en la que está basada La vida de Adèle, ha criticado duramente el enfoque sexual que se le ha dado a la película en unas declaraciones a THR. Esto es lo que le faltó al rodaje: lesbianas, ha dicho, en referencia a las actrices y su clara orientación sexual. Ellas son totalmente heterosexuales, a menos que se demuestre lo contrario, explicó Maroh, que al parecer no ha sido capaz de encontrar en sus interpretaciones a los personajes que ella creó. La autora considera, además, que las escenas sexuales son irreales. En concreto las ha descrito como un escaparate brutal y quirúrgico, exuberante y frío de supuesto sexo entre lesbianas, que se convirtió en pornografía. En su opinión, los homosexuales que vieron estas escenas se reían porque no eran convincentes y las encontraron ridículas. Y los pocos que no se estaban riendo eran los hombres, demasiado ocupados saboreando la encarnación de sus fantasías en la pantalla.
En resumen, Maroh cree que la adaptación de la novela se ha convertido en un proyecto vouyerístico, más centrado en reflejar las fantasías masculinas sobre el sexo lésbico que en hacer un retrato realista del lesbianismo.
Personalmente, estoy totalmente de acuerdo con ella.