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carlosmartinez

Phenomena: El diablo sobre ruedas + El coloso en llamas

 

 

Tras una temporada inactiva por falta de tiempo, retomo mi sección dedicada a las sesiones de Phenomena con la sesión de mañana jueves dedicada a dos clásicos de principios de los 70. Uno fue el lanzamiento del que entonces era un prometedor y jovencito director; el otro está considerado la obra cumbre de un género hollywoodiense que hizo furor en los 70:

El diablo sobre ruedas:

Aparentemente era un telefilme más de los muchos que se suelen emitir en las televisiones americanas y en la sobremesa de nuestras televisiones, protagonizado por una estrella del medio en 1971, con un director principiante con varios episodios de series de la época y con guión de un prestigioso escritor de fantástico con amplia trayectoria televisiva a sus espaldas. La anécdota parecía también mínima, un coche, un camión y un adelanto.

El resultado, Duel o El diablo sobre ruedas dejó petrificado a más de uno en el momento de su lanzamiento. Con la ayuda de un grande como Richard Matheson y con estos aparentemente nimios mimbres, Steven Spielberg comenzaba su ascenso a la fama con un relato tenso, vibrante y apabullante, protagonizado por un tipo vulgar (el mejor trabajo de Dennis Weaver junto con el breve como conserje de hotel de Sed de mal) perseguido por un tipo completamente desquiciado del que no sabemos absolutamente nada, ni siquiera su rostro (aunque se nos proponen varios en una memorable escena en un bar de carretera, puede ser cualquiera de ellos, ninguno o incluso nosotros, teniendo en cuenta que hay un plano de la puerta de una lavadora por el que vemos a Weaver y que parece de manera subjetiva el faro del camión). Spielberg mostraba una pericia y una habilidad narrativa que pocas veces se ha visto en un director de 25 años (primero se le adjudicaron 23, pero parece ser que nuestro hombre se había quitado dos años de encima, había nacido en el 46 en vez del 48 como siempre se había dicho), solo visto en su edad en otros genios como Orson Welles, Stanley Donen o Jean Vigo. El resultado, un gran telefilme, que mereció su estreno en salas comerciales de todo y el comienzo de alguien que pondría patas arriba el Hollywood de los 70. Algunos lo consideran su ópera prima, pero creo que no es la primera vez que comento que odio este término, especialmente por Spielberg , Buñuel y Tex Avery: si se considera ópera prima largometraje para cine, lo de Spielberg no lo es, puesto que es un producto televisivo, medio en el que ya había hecho otros trabajos; la primera obra maestra de Buñuel, Un perro andaluz, no lo es, puesto que solo dura 17 minutos, mucho listo actualmente va despreciando alegremente los cortometrajes dando como primeras películas los largos; y Tex Avery, grande entre los grandes de la animación, no existiría como director, puesto que jamás hizo una ópera prima: no tiene un solo largometraje en su carrera.

El coloso en llamas:

Como el tópico manda, la mejor película de catástrofes de los 70. Pero como yo no me quedo en el tópico y me encanta irme por los cerros de Úbeda, creo una de las mejores películas apocalípticas de la historia, el término apocalipsis no se refiere solo al fin del mundo, se puede referir a un mundo más pequeño, el de un rascacielos, cuyas resonancias bíblicas son muy claras.

Ya desde el título original, The towering inferno, literalmente El altísimo infierno (combinación en parte de las novelas que se usaron como material, The tower y The glass inferno, cuyos derechos tenían Warner y Fox no sé exactamente en qué orden, y que originaron su unión de fuerzas para hacer el filme, algo insólito en su época), suena a Dante, en efecto, pero yo diría que se puede tomar el filme como una versión libre de la historia de la Torre de Babel, donde Dios castigó a los hombres por la soberbia de querer llegar hasta él; hay planos del edificio que hacen pensar en el punto de vista de un helicóptero, pero también vistos por un Dios que observa el castigo a la soberbia de los que quisieron llegar más alto, la avaricia de los que querían gastar lo menos posible para hacerlo realidad, la envidia de los que querían más que su suegro dueño del edificio, la ira de los que querían salir de allí como fuese, la lujuria de los que disfrutaban de una noche con secretaria, la pereza de los obreros que se dejaban las carretillas de cualquier manera en las puertas de emergencias y la gula de los que disfrutaban del banquete en el último piso ajenos a lo que se "cocía" abajo (efectivamente, los siete pecados capitales, aunque alguno parezca pillado por los pelos).

El resultado, una película que iba mucho más allá que otros filmes de catástrofes del momento. Si en otros la tragedia se podía evitar más o menos o había algunos personajes positivos, aquí el único realmente libre de toda culpa es Steve Macquuen, la única nota moral y en sus cabales del conjunto: el resto, arquitectos narcisistas, constructores sin escrúpulos, mujeres florero, estafadores de medio pelo, políticos que miran para otro lado... El lado crítico del filme es más fuerte de lo que puede parecer a simple vista, un crisol de lo peor de la sociedad americana de los 70. Y la tragedia es más virulenta y casi inevitable que en otros filmes, todo lo que puede salir mal, sale incluso peor, aunque el final no llegue a la consecuencia lógica, el apocalipsis total del edificio y sus ocupantes (la realidad mostró ser todavía peor 27 años después; desgraciadamente Bin Laden demostró que el filme era tremendamente profético, las palabras finales de Steve Macqueen eran toda una advertencia).

El filme en su momento gozó de los mejores efectos especiales, que aunque hoy claramente rebasados mantienen toda su fuerza. Tiene un reparto yo diría incluso mejor que otros de catástrofes de la época, contra lo que es habitual, las dos estrellas del filme, Paul Newman y Steve Macqueen estaban en su máximo esplendor (hubo que hacer malabarismos con el cronómetro y con los títulos de crédito para que no hubiese peleas entre ambos gallos) y lo hacen muy bien (es el último filme de gran presupuesto de Macqueen antes de su retirada del cine de cinco años y su prematura muerte tras dos filmes menores y un telefilme que cierran su filmografía), Faye Dunaway lucía muy bien antes de convertirse en el fantoche que es actualmente, William Holden y Fred Astaire bordan  sus papeles no tan secundarios (la única nominación al Oscar de Astaire, era el favorito para ganarlo, pero se cruzó Vito Corleone en la piel de Robert de Niro) y Richard Chamberlain hace el mejor papel de su carrera. Fue el último papel de Jennifer Jones y entre los secundarios está un O. J. Simpson antes de meterse en juicios de asesinato, y Scott Newman, el único hijo varón de Paul que hace de bombero y que moriría prematuramente por drogas pocos años después. Gran banda sonora de un John Williams que estaba a punto de convertirse en grande de Hollywood merced a un escualo y una galaxia muy lejana, pero que ya era un estupendo músico no tan conocido del gran público. Estupenda película.

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