El viaje más largo

Cuando a Hollywood le da por adaptar a un autor de bestsellers no para. Todos sabemos que Nicholas Sparks es la versión yanqui de Corín Tellado, un fabricante de dramones románticos ñoños y prácticamente idénticos unos a los otros, pero hasta hace poco funcionaban en taquilla en una serie de películas a cual más espantosa, que hasta hace poco funcionaban en taquilla. Solo se salvaba la quema El diario de Noa, y eso siendo generosos, principalmente por James Garner y Gena Rowlands. Eso sí, las dos últimas se la han pegado en taquilla, con lo que es probable que de seguir así tengamos que aguantar poco a Sparks en cine.

El viaje más largo es un horror más en la lista. Tendré que inventarme un nuevo adjetivo para calificarla, porque me quedo corto con decir que es lo más cursi, ñoño, aburrido y ridículo que he visto en mucho tiempo en una sala de cine. No sé cuál historia de la dos que cuenta es peor y más lamentable, si la de Scott Eastwood (necesita urgentemente unas cuantas lecciones de cine de su padre) y Britt Robertson o la de Jack Huston (al nieto de John le iba mejor con la máscara de Boardwalk Empire, mucho tendrá que mejorar si quiere hacer algo decente en el nuevo Ben-Hur) y Oona Chaplin (se le dan mejor las bodas rojas, desde luego). Ni siquiera el gran Alan Alda salva el desaguisado, de lo peor que se puede ver en la cartelera actual.