Aprendiendo a conducir

Tras el desastre de Mi otro yo, Isabel Coixet vuelve a uno de los terrenos que mejor se le da, el de la comedia agridulce. Aprendiendo a conducir, aunque sea un encargo, es muy Coixet, muy feel good  (muy anuncio de compresas, como bauticé el cine de Coixet antes que feel good se pusiese de moda) y muy agradable de ver, aunque para mi gusto le falte algo más de mala leche. Lo más destacado, los dos peazos actores protagonistas, Ben Kingsley y Patricia Clarkson, capaces de hacer creible lo más anodino, y el montaje de una sorprendente Thelma Schoonmaker muy alejada de los frenéticos espectáculos visuales de Scorsese que le han dado justa fama. Película de aprobado alto, a ver cómo le ha salido a la directora Nadie quiere la noche, su película pendiente de estreno con Juliette Binoche que inauguró la Berlinale.