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carlosmartinez

angeles y demonios

   Bienvenidos a mi blog de críticas de cine. Prometí hace unos días no hablar del Barça hasta acabar la temporada, pero éso no quiere decir que no hable de otros temas relacionados con él. Porque se ha comentado mucho estos días la posible censura de la escena del himno de la final de la Copa del Rey por parte de TVE, obviando un detalle: que me da la impresión de que efectivamente fue un accidente, porque el resto de la retransmisión estuvo a la altura del desaguisado. De un tiempo a esta parte, me da la impresión de que la mayoría de las retransmisiones deportivas están en manos de incompetentes que parecen más ocupados en que la gente mande mensajes por el móvil o en anunciar la programación de la cadena de turno, en vez de centrarse en el partido en cuestión. Ello llevó a una situación tan dantesca como la ceremonia de clausura de los últimos juegos olímpicos, donde los que tuvieron la desgracia de verla por la 1 tuvieron que aguantar un montón de anuncios en una ceremonia que era en su origen ininterrumpida. Probablemente quien viese la final de la copa del rey en directo, oyó claramente el himno por detrás de los locutores que no callaban (curiosa manera de censura, ¿no creéis?; si pretendían censurarlo, lo podían haber hecho mucho mejor). Y el resto estuvo en un nivel parecido: repeticiones de las jugadas mal colocadas, entrevistas a jugadores  lesionados que interrumpían a los protagonistas reales de la final, un locutor que reconocía no saber las tarjetas que llevaba el partido cuando hacía segundos que las había comentado... Lo dicho, una retransmisión mucho más vergonzosa de lo que se ha dicho, y no por la posible censura precisamente.

   Y, hablando de chapuzas, no quiero dejar de comentar el delirante caso que ha aparecido en las noticias de la niña cacereña de tres años a la que han enviado el borrador de la declaración de Renta (y menos mal que le devuelven 12 céntimos). Muy mal debe estar el tema de la crisis para que encima les hagan la declaración a personas que no la tienen que hacer precisamente. El que hizo la chapuza merece sin duda el título de gilipollas del siglo.

   Pasando a comentar los filmes vistos estos días, evidentemente hay que empezar por el que copa buena parte de las pantallas, "Ángeles y demonios". Quede por delante que es evidente que al escritor Dan Brown no lo van a proponer para el premio Nóbel y que resulta un chiste por parte de los críticos pedirle verosimilitud. La novela original distaba mucho de ser buena (el final era poco menos que delirante, con un Robert Langdon que escapaba milagrosamente de todos los peligros, un malvado cuyas intenciones y origen no habrían admitido ni en el peor de los culebrones y unas explicaciones que nadie pedía completamente ridículas), pero si no se era demasiado exigente y se tenía un poco de sentido del humor se dejaba leer (salvo en el citado final). Esa ironía desapareció  por completo en la adaptación de "El código da Vinci" y así les fue. Y filme "Ángeles y demonios" es mejor que el anterior por una simple razón: el guión es bastante mejor quye la novela. y a pesar de lo que ha dicho algún crítico despistado, muy infiel. Ya que no hay manera de tomarse en serio esta delirante historia de bombas antimaterias en el Vaticano, sicarios provinientes de la secta de los asesinos (tema obviado en el filme, debe ser por la corrección política, ya que los asesinos o fumadores de hachís eran de origen islámico) y cardenales secuestrados en pleno cónclave, la mejor manera de llevarla a buen puerto era utilizar el sentido de la ironía y de ajustar los aspectos más delirantes. Así, ha desaparecido el parentesco del fallecido Papa con el malo (cuyas motivaciones son ligeramente diferentes de la novela), ha desaparecido el personaje del anciano científico (cuyo decisivo papel en la resolución lo lleva el personaje de Stellan Skasgard, mucho menos importante en la novela). También ha desaparecido la milagrosa salvación en el helicóptero del personaje de Tom Hanks (que ya era el colmo). La escena en la plaza Narbona acaba de manera muy diferente a la novela y ello lleva a la elección de un papa completamente diferente al de la novela. Y en aspectos más anecdóticos, dos curiosidades: el quinto símbolo de los Illuminati es muy diferente al de la película (cosa que no entiendo: no hacía falta), y el regalo que le hace Armin Muller Stahl a Tom Hanks es muy diferente del original. En los peros, sigue siendo evidente que Hanks no puede ser Robert Langdon (le sobran años y le falta físico) y el personaje de la chica es poco menos que un florero, cosa que no pasaba en la novela. Sin ser una maravilla, el filme es un mero entretenimiento para pasar una tarde (algo así como una gigantesca ginkama), lo que no es poco. Destacar las interpretaciones de los anteriormente mencionados Skasgard y Muller Stahl, así como de Ewan Macgregor y del desconocido actor que hace del asesino (cuyo final es bastante diferente del de la novela), y el buen trabadjo de los decoradores, que no pudieron utilizar los escenarios reales por  evidentes discrepancias con la iglesia.

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