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carlosmartinez

Django desencadenado

Esta semana nos han llegado dos películas nominadas a los Oscars que tienen en común tratar la guerra civil americana y la esclavitud, aunque desde dos puntos de vista completamente diferentes, uno completamente irreverente y muy bestia, y el otro más clásico. Siendo buenos los dos, me quedo personalmente con el primero.

Al igual que pasó con su anterior trabajo, Malditos bastardos, me sigue llamando la atención que alguien le continúe pidiendo a Quentin Tarantino rigor histórico, porque es pedirle peras al olmo. Lo suyo es la irreverencia, el gusto por los géneros cinematográficos y literarios más despreciados por la crítica bienpensante (pulp, blackxpotation, western europeo, cine oriental), el amor por los diálogos más alambicados a partir de lo más nimio, su gran trabajo con los actores (no recuerdo ninguno que haya estado mal en un filme suyo) y su tendencia al exceso, a lo cafre, a la violencia más extrema.

Pues bien, Tarantino sigue en sus trece, y para mí lo sigue haciendo muy bien. Logra la probablemente la película más bestia de su carrera (y eso que puso el listón muy alto con Malditos bastardos), no se anda con remilgos en cargarse a todo cerdo esclavista que se le ponga por el camino (lo suyo ni es rigor histórico ni cuestión de matices, los malos aquí son malísimos) de la manera más  salvaje que se le pueda ocurrir. Sus referentes aquí son claramente el western europeo, por supuesto el Django de Sergio Corbucci (otro filme que tampoco se anda con remilgos en el uso de la violencia, lo he visto esta semana en pantalla grande y es mucho más interesante que lo que puede parecer a simple vista, tiene un uso de la violencia tremendo y raya por momentos en el cine de terror en un pueblo completamente tétrico y fantasmagórico) aunque no sea un remake, pero también los filmes de Sergio Leone, por momentos también se puede ver un cierto homenaje a El bueno, el feo y el malo en los tres personajes protagonistas . Por otro lado, tiene lo que siempre ha tenido Tarantino en sus diálogos, conseguir perlas de situaciones surrealistas y cotidianas, los mejores momentos los logra en la muy descacharrante escena en que los predecesores del Ku Klux Klan discuten sobre si han acertado en las capuchas que utilizan (la mejor escena para mí de la película y uno de los momentos más atrozmente divertidos que recuerdo en una sala de cine en los últimos tiempos) o en el monólogo de Leonardo Dicaprio sobre las diferencias entre el cerebro de los negros y el de los blancos (Tarantino no dará una lección de historia precisamente, pero dice mucho más de la mente de un racista en este monólogo que muchos en todo un libro), así como la peculiar manera de Christoph Waltz de "rendirse" a las autoridades tras cargarse a algún malvado. Y desde luego, consigue grandes interpretaciones de los ya mencionados Waltz y Dicaprio, y también de un Samuel L. Jackson que no duda en parodiar salvajemente el personaje del Tío Tom servicial (en el caso de su personaje, demasiado) hacia sus amos. El filme es desproporcionado, exagerado, sangriento hasta dejar en pañales cualquier filme de Peckinpah, tremendamente divertido y muy, muy entretenido, con algún altibajo (la presentación de Dicaprio y la llegada a la plantación se antojan un poco largas) su ritmo no decae en ninguna escena. Siendo fan de Tarantino desde que lo descubrí en Reservoir dogs, me parece otra obra mayor en su carrera, pero me temo que su legión de detractores seguirá pensando que el hombre se sigue pasando tres pueblos y que está sobrevalorado, empezando por la Academia de Hollywood, a la que no me extrañaría que dejase al filme sin premios salvo que vuelva a premiar a Christoph Waltz, es muy extraño que haya dejado fuera a Tarantino de la categoría de director.

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