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carlosmartinez

Hitchcock

 

Soy un pesado, lo sé, pero lo he dicho muchas veces: creo que un buen cartel vende mejor una película que uno malo. He incluido en este artículo sobre el filme de Sasha Gervasi Hitchcock  los tres carteles que conozco de la película: ¿por qué rayos tenían que escoger de los tres para su publicidad en España el más mediocre, el más soso con diferencia? (por si alguno no lo conocía, es el segundo de los de arriba). Lo más grave del asunto es que estamos en un país en el que el cartelismo en el siglo XX dio auténticas joyas provenientes de gente como Pernau., incluso exportables a Hollywood (el cartel original de Los diez mandamientos es obra de un artista español, no recuerdo el nombre, y hay unos cuantos maravillosos en la historia del western europeo).

Pasando a comentar el filme, no acabo de entender en menosprecio hacia él de buena parte de la crítica. Se le ha acusado de blando y de no tratar los puntos oscuros del gran director británico, así como de que Anthony Hopkins hacía una burda parodia del maestro. Pues primero, estamos dentro de los terrenos de lo que decía John Ford en El hombre que mató a Liberty Valance sobre la leyenda y la realidad, prefiero quedarme con el hombre que creó genialidades como Vértigo, La ventana indiscreta, Psicosis, Encadenados, Con la muerte en los talones o Rebeca que con el despreciable personaje privado que muchos biógrafos dicen (lo han acusado de homosexual reprimido, criminal en potencia, voyeur, misógino, maltratador  y acosador de actores y actrices, así como de despreciar el talento de su esposa, entre otras lindezas, no siempre demostrables). No es eso lo que trata el filme, en el que por otra parte algunos de los puntos oscuros están sutilmente expuestos. De lo que habla el filme es de cómo un director en el punto más alto de su carrera (aunque con el revés comercial reciente de su obra maestra, Vértigo) se atrevió a hacer un filme de terror insólito por su crudeza y atrevimiento en su época (a pesar de que le recriminaron la falta de coherencia y lo poco neceasaria de la explicación final, casi todos los grandes del cine de terror posterior, como John Carpenter, Wes Craven y Tobe Hooper salen de ese atrevimiento), y cómo lo pudo llevar adelante con ayuda de su mujer, la no muy conocida y más que revindicable guionista y editora británica Alma Reville. Ahí el director Sasha Gervasi (autor del estupendo documental Anvil) muestra todo el cariño hacia el director, con la ayuda de un Anthony Hopkins (¿que el actor lo parodia? Si don Alfredo ya se parodiaba a sí mismo siempre, desde sus presentaciones en programas televisivos, a los que homenajea muy bien en el prólogo y especialmente en un epílogo francamente divertido, hasta sus cameos en las películas)  y una Helen Mirren en estado de gracia, especialmente en las escenas juntos o en la escena en que Hopkins hace una especie de danza macabra con la mano fuera de la sala donde se está viendo la escena de la ducha. Lo único que le puedo objetar al filme es que se muestra demasiado repetitivo con el paralelismo entre Ed Gein y Norman Bates (con una vez hubiese bastado, durante todo el filme acaba cansando) y que algunos personajes claves en el rodaje como Anthony Perkins quedan un tanto en segundo lugar, para los que amamos a Hitchcock el resto del filme es delicioso.

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